«Las mujeres siempre hemos sido molestas para las sociedades tradicionales, en la vida pública, en la cultura, incluso en la familia. Una misoginia ancestral nos acompaña, de forma más sibilina en la actualidad, por nuestra actitud persistente de seguir reclamando derechos, de hacernos visibles.»  

Así empieza Rosa María Rodríguez Magda el libro «La Mujer Molesta» publicado en mayo de 2019 en Ménades Editorial. Como se puede leer en la sinopsis, se trata de un texto imprescindible para pensar el feminismo de hoy. Un texto en el que se ahonda en el origen de los términos que abruman el feminismo de nuestros días y se analiza cómo sus usos pueden fomentar la hegemonía del patriarcado. Un texto que invita a reflexionar sobre un gran número de conceptos actuales que usamos, en demasiadas ocasiones, a la ligera, como pueden ser identidad, género, modelo trans, transidentidad, diversidad, etc.  

A través de 16 capítulos, Rodríguez Magda analiza las corrientes más actuales del feminismo, reflexionando especialmente en torno a dos tendencias con respecto a la mujer. Por un lado, la progresiva disminución del uso del término mujer en ámbitos institucionales y académicos, sustituido cada vez más por el de género. Una sustitución que según señala la autora genera sus propios conflictos, ya que en sus diferentes usos, «vemos un deslizamiento semántico. En una primera fase, donde antes se empleaba «mujer» o «feminismo», se comienza a emplear «género», como forma académica de referirse a ello. En una segunda fase, el género es consciente de que debe incluir la diversidad sexual y escapar del modelo binario. Actualmente se produce un proceso de impertinencia y ambigüedad semántica, dado que a veces lo utilizamos en el primer sentido y otras en el segundo.» 

Por otro lado, establece un análisis del lugar que ocupan las mujeres en espacios políticos, institucionales y mediáticos, donde han sido incluidas como una categoría más dentro de la diversidad sexual, sin tener en cuenta, por ejemplo, que son la mitad de la población de la Tierra. Según explica la autora: «La perspectiva de género, aunque trata de trabajar por las mujeres, las invisibiliza, difumina su presencia en una terminología aséptica, general y semántica equívoca, o bien las incluye como un caso más en el totum revolutum burocrático de la diversidad sexual y funcional.» Pero para Rodríguez Magda el problema no es el término género en sí, sino más bien el que todo se meta en un mismo saco: «Celebramos que el término género posibilite la percepción de las plurales identidades y discriminaciones, pero cada una de ellas no debe perder su protagonismo específico y reivindicativo para ser postuladas como diferentes ejemplos de diversidad», y que a partir de ahí se impongan nomenclaturas como «mujeres cis», que «es también, aunque reactiva, una heterodesignación”, y “las mujeres llevamos mucho tiempo heterodesignadas por los hombres.»  

Con estas formas de referencia de la mujer, así como el trato que desde ciertos ámbitos se le da, relegada a un condición imprevista por el posfeminismo, se deja en evidencia ese deslizamiento semántico constantemente denunciado por la autora en el libro, y que hace que «lo que un primer momento significó desigualdad, ejercicio de poder de un sexo sobre otro y discriminación hacia las mujeres, ha perdido ese talante crítico político, para pasar a significar aceptación de la diversidad, lo cual acentúa la elección libre del deseo, frente a una estructura de poder implícita que determinaba de manera consciente o inconsciente nuestras identidades sexuales psicológica y socialmente asumida.»  

“La Mujer Molesta” se presenta también como una llamada a la acción ante las resistencias sociales al deseo de igualdad y emancipación que las mujeres llevan persiguiendo tantos años. «Lo siento, vamos a seguir siendo molestas, no tenemos otro objetivo que seguir siéndolo ante cualquier maniobra de borrado», escribe la autora en el prólogo. 

«La Mujer Molesta» es una reivindicación de ese sujeto-mujer planteado por Judith Butler que ha pasado a convertirse también en algo molesto para ciertas corrientes del feminismo: se declara caduco, eurocéntrico, heteronormativo, un arcaico reducto esencialista en la diversidad sexual. Una reivindicación del «nosotras, las mujeres» como colectivo necesario e independiente. Y para ello, Rodríguez Magda habla de la necesidad de dejar atrás la tercera ola del feminismo y centrarnos ya en una cuarta ola. «Deberemos ser conscientes de que el feminismo de la tercera ola, queer y el transfeminismo no son ya la vanguardia, durante casi tres décadas han tenido tiempo de envejecer, sobrepasarse, y adquirir ciertas derivas inconvenientes. (…) Frente al ya viejo transfeminismo, necesitamos un feminismo transmoderno, que rescate los retos emancipadores de la modernidad, asuma las críticas postmodernas y actúe eficazmente en la era transmoderna. (…) hoy la cuarta ola inunda las calles, son las mujeres en masa quienes se rebelan contra el acoso, las brechas reales y simbólicas, la violencia, la adjudicación unilateral de los cuidados…». Como dice Victoria Sendón «creo que puedo afirmar que se trata de un texto fundador, inaugural, de la Cuarta ola del feminismo.»  

«Hora es ya de alumbrar un nuevo feminismo postgénero capaz de prescindir de sus dictados.» 

Autora: Marina